¿Por qué es necesaria una historia del arte feminista?
En mi primer post quiero explicar qué es la historiografía feminista y compartir los motivos por los que decidí desarrollar mis investigaciones desde esta posición crítica de la historia del arte.
Tradicionalmente, la historia del arte se
ha contado como una sucesión de artistas varones geniales, obviando el trabajo
de las mujeres artistas a lo largo de la historia, por lo menos en la occidental.
En los años sesenta y setenta, tiene lugar la llamada tercera ola feminista: al albor de las
revoluciones estudiantiles de Mayo del 68, la fiebre del hipismo y la
liberación sexual, las mujeres lucharon por expandir sus libertades civiles
(derecho al divorcio, derecho a decidir sobre su maternidad, a abandonar las
tareas del hogar y a mejorar el acceso y sus condiciones en el mundo laboral,
entre otros).
Precisamente, gracias al acceso y aumento
de mujeres en las universidades, a nivel académico se empieza a
cuestionar la manera hegemónica de explicar la historia del arte: una
explicación hermética del arte basada en un canon y unas categorías artísticas
tradicionales (en la cultura occidental, partimos de los postulados iniciados
en la Antigüedad Clásica). Hasta la fecha, los detentores del dogma fueron en
su mayoría hombres y las pocas mujeres que accedían a las élites académicas
tuvieron que abdicar de su condición de género para acceder a los puestos de
poder (masculino). Pero a partir de los años setenta del siglo XX se produce
una revolución historiográfica, sobre todo en el mundo académico
anglosajón, provocada por la irrupción de una crítica de arte feminista que
comienza a poner en valor el estudio de las mujeres artistas y sus
temas (hasta el momento considerados “de menor importancia”) así como
también se inicia la crítica sobre representación de la mujer-objeto en
el arte, una visión normalizada e institucionalizada que parte de la
tradición pictórica renacentista.
Como bien es sabido, la imagen tradicional
de la mujer en el arte se basa en representaciones androcentristas (hechas por
y para hombres) donde la mujer es vista como un objeto de posesión y consumo. A
partir de la década de los setenta del pasado siglo, el movimiento
intelectual de estudios de género, o historiografía feminista, busca
corregir este error epistemológico. Como recuerda Amparo Serrano de Haro, doctora en Historia del
Arte y profesora en la UNED (y que tutorizó mi TFG sobre la dadaísta alemana
Hanna Höch), nunca hay que dejar de repetir que el sentido profundo de la
historiografía feminista no se salda simplemente con una acumulación biográfica
de mujeres artistas anteriormente desconocidas y/o desdeñadas (para insertarlas
en los moldes existentes). Obviamente, la introducción de biografías de mujeres
artistas y el re-conocimiento de su obra, es un paso obligado para rescatarlas
del ostracismo histórico. Pero no debemos conformarnos con el simple “añadido”
femenino a un listado de autores masculinos dentro de un movimiento o escuela
concreto de la historia del arte. Sino que, como señalan Parker y Pollock[1], la
perspectiva feminista debe profundizar en el análisis de las relaciones entre
mujer, arte e ideología -o estructuras de poder- a través de las
distintas épocas y culturas. Y esto también implica el cuestionamiento del
canon artístico y de las categorías a través de las cuales se forma (por
ejemplo, la categoría de “genio” o “maestro”).
Es un hecho que la historia de las mujeres artistas, por lo menos la occidental, es la historia de una diferencia: ellas han ocupado una posición distinta a la de los artistas varones.
La labor del enfoque feminista consiste, precisamente, según Pollock, en evaluar en qué reside esa diferencia […], en estudiar las condiciones históricas concretas en las que se ha enmarcado la creatividad femenina y en dilucidar cómo las mujeres artistas han ido negociando sus posiciones dentro del mundo del arte, esto es, cómo han conseguido conciliar la contradicción que supone, en el marco de la historia del arte institucional, ser mujer y ser artista [2].
Como historiador y gestor cultural
consciente de esta realidad, considero necesario y de justicia rescatar el
valor de la mujer como individuo que crea su propio imaginario y su
propia autorrepresentación. Porque gracias a la existencia de estos otros
tipos de imágenes que nos llegan desde los márgenes de la otredad (que supone
ser mujer incluso en el siglo XXI), es lo que permite ampliar nuestra visión
del mundo hacia una “más auténtica y representativa”[3]. Necesitamos más
voces, más miradas, más ejemplos de mujeres artistas conscientes de su
historia, más imágenes que no tienen por qué resultar atractivas a la mirada
masculina, sino que simplemente sean[4], que existan, que
vivan.
Concluyo este post con la pertinente
afirmación de Linda Nochlin, historiadora de arte estadounidense pionera en los
estudios de género:
Lo importante es que las mujeres se enfrenten a la realidad de su historia y de su situación actual, sin alegar excusas o exaltar la mediocridad. La marginación puede ser una excusa, pero no una posición intelectual. Por el contrario, utilizando su situación como perdedoras en el reino de la genialidad y de outsiders en el terreno de la ideología como un punto de vista privilegiado, las mujeres pueden contribuir a desvelar las trampas institucionales e intelectuales del discurso dominante en general y, al mismo tiempo que destruyen la falsa conciencia, participar en la creación de instituciones en las que el pensamiento riguroso (y la verdadera grandeza) sean retos abiertos a cualquiera, hombre o mujer, que sea lo suficientemente valiente como para correr el riesgo necesario de saltar al abismo de lo desconocido [5].
[1] “not a
history of woman artists but an analysis of the relations between women, art
and ideology”, en Parker, Rozsika y Pollock, Griselda (1981), Oldmistresses: women, art and ideology, Pantheon books, Nueva York, p. 42.
[2] MAYAYO, Patricia (2003), Historia de mujeres, historia del arte, Ensayos Arte Cátedra, Madrid, p. 20.
[3] EVANS, Mary (1997), Introducciónal pensamiento feminista contemporáneo, Minerva Ediciones, Madrid, p. 13.
[4] Ibíd., p. 171, «Desarrollar
y mantener una interpretación de las posibilidades del cuerpo que no se base en
las necesidades masculinas».
[5] NOCHLIN,
Linda (1971), “Why Have There Been No Great Women Artists?”, Art News,
pp. 22-29; reimpresión de 1989, en Women, Art and Power and OtherEssays, Thames and Hudson, Londres, pp. 145-177, cit. en MAYAYO, Patricia
(2003), Historia de mujeres, op. cit., p. 49.
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